Descripción
“El corazón le latía al conde violentamente, se levantó, echóse un manto y siguió a su esposa. Era una noche de luna clara, de modo que, no obstante lo veloz de su paso, se podía ver perfectamente a la condesa Aurelia, envuelta su figura en una túnica blanca. La condesa se dirigió a través del parque hacia el cementerio y desapareció tras el muro. El conde corrió velozmente tras ella y cruzó el portón del cementerio, que encontró abierto. Allí, bajo el clarísimo resplandor de la luna, vio un círculo de horribles figuras espectrales…”